jueves, 25 de febrero de 2016

Mujeres y Apartheid (I): La Federación de Mujeres Sudafricans y la Carta de las Mujeres



El apartheid fue un acto de racismo practicado en Sudáfrica durante muchos años, pero en 1948 tomó forma jurídica al ser respaldado por leyes promulgadas a tal efecto.

Una ley promulgada en 1950 reservaba ciertos distritos en las ciudades donde sólo podían ser propietarios los blancos, forzando a los no blancos a emigrar a otros lugares. Las leyes establecieron zonas segregadas tales como playas, autobuses, hospitales, escuelas y hasta bancos en los parques públicos. Los negros y demás gente de color debían, por otra parte, portar documentos de identidad en todo momento y les estaba prohibido quedarse en algunas ciudades o incluso entrar en ellas sin el debido permiso.

Antes del Apartheid ya existía separación racial. Seria injusto decir que todos los afectados, tanto mujeres como hombres, estaban de acuerdo con estas leyes y que no opusieron resistencia. Muchas mujeres (con independencia de su color o religión) adoptaron una postura crítica y reivindicativa respecto a estas leyes.
Ray Alexander Simons (1913-2004)

En este contexto nació la Federación de Mujeres Sudafricanas, el 17 de abril de 1954. Fue el primer intento de crear una asociación que englobara a una base amplia de mujeres. Su fundadora Ray Alexander Simons junto a Helen Joseph, Lilian Ngoyi y Rahima Moosa formó el comité directivo de la organización.

A la conferencia de fundación asintieron 146 delegadas en representación de 230.000 mujeres. Entre las asistentes había representantes sindicales de las industrias textiles, alimentarias y conserveras. También enfermeras y maestras. Menos del 1% de las mujeres trabajaba en el sector de la producción, es decir, que las sindicalistas representaban un porcentaje de mujeres muy pequeño, pero su aportación fue muy valiosa. Ya que aportaron técnicas de organización y movilización para la lucha. Pero la mayoría de las mujeres que se unieron a la federación procedían de otras organizaciones políticas blancas, sindicatos, grupos de mujeres negras, de color e indias.

Entre los estatutos de la federación se subrayó lograr trabajo para todas las mujeres sudafricanas con el fin de lograr la plena igualdad, independientemente de color o credo, y trabajar también para la protección de las mujeres y los menores. 


Aunque la federación reconoció su tarea principal la lucha por la liberación nacional, advirtieron que esta no se ganaría sin la plena participación de las mujeres, que continuaban consideradas menores perpetuas estando bajo la tutela de sus padres o maridos. Las propiedades de las mujeres y la gestión de sus ingresos no dependía de ellas, las creadoras de la Carta de las Mujeres expusieron estas realidades y recalcaron que la legislación sobre el matrimonio y las relaciones africanas vigentes ya no representaban las realidades existentes, estas leyes se habían convertido en un freno para la mujeres y en conjunto para la sociedad. Creían que parte del peso de ese freno residía en una mayoria de población masculina que negaba para las mujeres los derechos y privilegios que exigían para ellos.
La carta concluía que las mujeres tenían que enseñar a los hombres que no podían aspirar a superar los males de la discriminación y los prejuicios si no se extendía a las mujeres la igualdad completa tanto en la legislación como en la práctica.
Estas exigencias de la Carta de la Mujer se incorporaron a la Carta de la Libertad aprobada por el Congreso del Pueblo en Kliptown en 1955.

Monumento a la Carta de la Libertad en Kliptown

Fuente : Lidón Caballero Guiral (Mooc Subvirtiendo esterotipos)
 

Para saber más:

Rachel "Ray" Alexander Simons (South Africa History Online. Towards a people's history)

Helen Joseph activista antiapartheid (Wikipedia)

Black History Month: LIlian Masediba Ngozi 

Rahima Moosa activista antiapartheid

El apartheid de género 

Mujeres sudafricanas denuncian los abusos sufridos por el apartheid



miércoles, 17 de febrero de 2016

Concepción Arenal, pionera feminista y visitadora de cárceles

Dos  mujeres son han marcado la historia de las prisiones en España, Concepción Arenal y Victoria Kent. Visibilizando y mejorando la vida de la población reclusa invisible para la mayoría de los ciudadanos.

Aunque hayan pasado unos dias y lleguemos parte para conmemorar su nacimiento, este semana dedico este artículo a Concepción Arenal, conocida como la visitadora de cárceles y una precursora del feminismo en España, que  para muchos también ha pasado desapercibida... incluyo para los historioadores. 

Pese a la reserva absoluta con que Concepción Arenal quiso mantener su vida privada con el fin de que en el futuro sólo se la conociera por sus trabajos intelectuales, contamos con algunos trabajos biográficos que, basados en fuentes documentales y en los testimonios de la propia escritora y de algunos de sus amigos más íntimos, permiten esbozar su biografía. Es importante también conocer a la persona que hay detras de la obra, para asi entender mejor el porque de sus actos.
 
Concepción Arenal Ponte

Nació en Ferrol (La Coruña) el 31 de enero de 1820. La ideología de su padre, firme defensor del liberalismo, y su prematuro fallecimiento marcarán sin duda el carácter de Concepción Arenal. De él aprenderá a mantener firmes sus convicciones personales y a luchar por lo que cree justo.  Tras su muerte la viuda y las tres hijas del matrimonio se trasladan a la casa de la abuela paterna en Armaño. En 1835 doña Concepción Ponte decide trasladarse a la Corte para que sus dos hijas, Concha y Tonina, reciban la educación propia de unas señoritas.  En Madrid reside el conde de Vigo, hermano de Concepción Ponte y las niñas junto a sus primas ingresan como alumnas externas en el colegio de Tepa, donde a falta de un verdadero programa de estudios les enseñarían a comportarse correctamente en sociedad.Las relaciones entre madre e hija no fueron muy armoniosas, pues Concepción Arenal al finalizar esa primera etapa educativa tenía la pretensión de cursar estudios superiores, deseo inaudito en una mujer de la época y claramente reprobable para su madre. 

En 1840 vuelve a Armaño para asistir a su abuela enferma, Jesusa de la Cuesta, circunstancia que le permite poner distancia entre su madre y ella. Concepción Arenal está claramente decidida a llevar a cabo su aventura y, por ironías del destino, el fallecimiento de su abuela ese mismo año, recae sobre el ella la herencia familiar, y el de su madre en 1841, facilita su pretensión: a los veintiún años Concepción Arenal es dueña absoluta de su destino.
Durante los cursos de 1842-43, 1843-44 y 1844-45 Concepción Arenal asistirá vestida de hombre a algunas clases de Derecho en la Universidad.

Evidentemente no cursó la carrera, ni hizo exámenes, ni alcanzó ningún título, pues en este momento histórico las aulas universitarias estaban reservadas exclusivamente para los varones, pero sin duda enriqueció y afianzó su interés por las cuestiones penales y jurídicas. Allí conoce a Fernando García Carrasco, con el que contrae matrimonio el 10 de abril de 1848, a pesar de los casi quince años de le separa de este abogado y periodista. Hombre avanzado para la época que supo entender con total perfección las aspiraciones de Concepción Arenal y contempló a su esposa desde el verdadero plano de igualdad, pues siempre admitió que le acompañase vestida de hombre a las tertulias del café Iris o que aportara al hogar las ganancias de un trabajo remunerado. El matrimonio tuvo tres hijos, de los que sobrevivieron los dos menores, Fernando (1850) y Ramón (1852), pues la mayor, Concepción (1849), falleció a los dos años de edad. 


Durante los primeros años de matrimonio Concepción Arenal parece decantarse por la literatura. Escribe algunas composiciones poéticas, tres obras de teatro –Un poeta, La medalla de oro y Dolor y misterio-, una zarzuela –Los hijos de Pelayo-, una novela que no se ha conservado –Historia de un corazón- y sus Fábulas en verso (1851), texto que será declarado lectura obligatoria en enseñanza primaria. En 1855 junto a García Carrasco comienza a colaborar en La Iberia. Tras su fallecimiento la redacción de los articulos y editoriales que compartia con su marido y que  aparecen sin firma recae en Concepción Arenal hasta que Nocedal, ministro de Gobernación, promulga la Ley de Imprenta de 15 de mayo de 1857 donde se impone la obligación de firmar los artículos que versen sobre política, filosofía y religión. Mes y medio después, el 30 de junio, se publica una nota en La Iberia en la que se alude a los artículos sin firma publicados por Concepción Arenal y se anuncia el cese de su colaboración como redactora fija.

Concepción Arenal junto a sus hijos se traslada a Oviedo, pues un poema inédito, ¡Dios y la Libertad!, aparece fechado en esta ciudad en julio de 1858. No obstante, su estancia en Oviedo debió ser corta, pues poco tiempo después regresa al valle de Liébana donde había transcurrido parte de su infancia y adolescencia, instalándose en Potes en la casa que alquila a la madre del violinista y compositor Jesús Monasterio, quien se convertirá en fiel amigo de la escritora. De firmes convicciones religiosas, Monasterio acaba de fundar en Potes las Conferencias de San Vicente de Paúl y consigue interesar a Concepción Arenal en esta actividad a fin de sacarla de esta forma del estado de abatimiento y dolor en que se encontraba tras el fallecimiento de su esposo. Como consecuencia de esta amistad con Jesús de Monasterio, decidirá fundar la rama femenina de esta institución en Potes. Se inician, pues, las preocupaciones sociales y humanitarias de Concepción Arenal, cuyo fruto intelectual será su ensayo La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad (1860) que será premiado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas, a pesar de que la escritora encubriera su identidad bajo el nombre de su hijo Fernando, que entonces tenía sólo diez años. Averiguada la verdadera autoría, por primera vez en la historia de la Academia se concede el premio a una mujer, ya que sus miembros fueron conscientes de la importancia del trabajo al analizar unos conceptos que en aquella época estaban poco claros. 

Su siguiente obra, El visitador del pobre (1863), nace de la observación de la escasa preparación que las mujeres tenían en el momento de socorrer a pobres y enfermos. Obra que será editada por iniciativa de Santiago Masarnau, presidente de las citadas Conferencias, quien se entusiasma al leer una obra en la que con inusitado tacto, amor a las personas necesitadas y con gran agudeza psicológica ofrece reflexiones y consejos para acercarse a estos desfavorecidos por la fortuna. 

Su preocupación por la situación en la que se encontraban los presos viene motivada por el hecho de que, a iniciativa de la propia Isabel II, el ministro de Gobernación, Florentino Rodríguez Vaamonde, la nombrara el 4 de abril de 1864 Visitadora de Prisiones de Mujeres. 

Fotograma de la película: Concepción Arenal, la visitadora de càrceles.

Con este fin Concepción Arenal se traslada a La Coruña, donde conocerá personalmente a la condesa de Espoz y Mina, Juana Vega, que se convertirá en una de sus mejores amigas y colaboradoras. Fruto de esa experiencia personal son sus conocidas Cartas a los delincuentes (1865) donde aborda, entre otras, cuestiones tan delicadas como la necesidad de reformar el Código Penal, aproximándose en este sentido a las iniciativas que los krausistas habían emprendido. La publicación de esta obra provocó su cese inmediato. 

Tras la Revolución del 68 el gobierno provisional presidido por Serrano la nombra Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres, cargo que desempeña hasta 1873, aunque tiempo antes mostrase ya una cierta desilusión por las medidas emprendidas por los representantes políticos, como puede apreciarse en su obra Examen de las bases aprobadas por las Cortes para la reforma de las prisiones (1869). 

En 1870 funda La Voz de la Caridad, periódico que durante sus catorce años de existencia fue plataforma para denunciar los abusos e inmoralidades presentes tanto en hospicios como cárceles de la época. Desde sus páginas Concepción Arenal, que contaba con la ayuda moral y económica de la condesa de Espoz y Mina, Fernando de Castro, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Salustiano Olózaga, especialmente, impulsa proyectos como el llamado “patronato de los diez” que, a imitación de lo llevado a cabo en Francia, consistía en que diez familias adineradas se pusiesen de acuerdo para ayudar a una familia sin recursos, o la creación de la Constructora Benéfica, cuyo objetivo era edificar viviendas para los obreros. Labor benéfica que continúa al colaborar en la recién creada institución de la Cruz Roja. 

En 1869 la duquesa de Medinaceli había establecido la rama femenina de la Cruz Roja y Concepción Arenal se vuelca en su organización y trabajo. Dirigió, personalmente, durante el transcurso de la tercera guerra carlista, el Hospital de Sangre de Miranda de Ebro, donde se atendió a los soldados de ambos bandos. Experiencia que motivó la publicación de sus Cuadros de guerra (1880), donde la nota sentimental predomina en la descripción de las escenas de dolor que ella misma contempló.

Durante estos primeros años de la Revolución del 68 Concepción Arenal colaboró en algunas iniciativas llevadas a cabo por los krausistas, que recobran sus puestos después del destierro obligado que les llevó su defensa de la libertad de cátedra en 1864. Mantendrá una gran amistad con Francisco Giner de los Ríos, Fernando de Castro y Gumersindo de Azcárate, especialmente. De esta forma se hará eco de las famosas Conferencias Dominicales para la Mujer, pronunciadas en el paraninfo de la Universidad Central de Madrid durante el curso de 1869-70, actividad propiciada por Fernando de Castro, rector en ese momento de la institución universitaria o de la creación a iniciativa del propio Castro de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer y la Escuela de Institutrices en 1871. 

La mujer del porvenir (1869)

Es el momento que elige para publicar La mujer del porvenir (1869), su primera obra de carácter feminista -en realidad había sido redactada en 1861- y a la que seguirán, años más tarde, trabajos como La mujer en su casa (1881), Estado actual de la mujer en España (1884) o La educación de la mujer (1892). Obras en las que Concepción Arenal se propone no sólo disipar los errores que sobre la mujer han arraigado en la opinión de la mayor parte de la sociedad, sino también reivindicar la capacidad intelectual de la mujer y su derecho a recibir una educación que le permita desempeñar cualquier profesión en condiciones iguales a la del hombre.

A partir de 1875, con la salud deteriorada y tras el fallecimiento de la primera mujer de su hijo Fernando, se traslada a Gijón al ser nombrado su hijo director de obras del puerto de la mencionada ciudad. Allí, alejada de la vida pública, redacta obras como Las colonias penales en Australia y la pena de deportación (1877), La cárcel llamada Modelo, Estudios penitenciarios (1877), Ensayo histórico sobre el derecho de gentes (1879) -su obra jurídica más importante sobre derecho internacional- o envía informes a los Congresos Penitenciarios que se celebran en diferentes años en Estocolmo, Roma, San Petersburgo y Amberes. En 1878 publica  La instrucción del pueblo, obra premiada por la Academia de Ciencias Morales y Políticas.

 En 1891 escribe el Manual del visitador del preso y prepara sus contribuciones para el segundo congreso pedagógico hispano-luso-norteamericano, La instrucción del obrero y el ya mencionado ensayo La educación de la mujer (1892). En estos últimos años de vida de Concepción Arenal su producción disminuye, preocupada por la edición de sus obras completas, de las que incomprensiblemente se excluyen sus obras literarias. No obstante, a pesar de su avanzada edad y precaria salud, colabora en innumerables periódicos de la época como el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, La España Moderna, La Nueva Ciencia Jurídica, Las Dominicales del Libre Pensamiento, La Ilustración Española y Americana, entre otros. En el mes de enero de 1893 sus dolencias se agravan, falleciendo, finalmente, el 4 de febrero.
(Fuente: M.ª Ángeles Ayala Aracil(Biblioteca virtual Cervantes)


Para saber más:

 Historia crítica del feminismo español. Las pioneras.

 
Concepción Arenal, la visitadora de prisiones (La Vanguardia)

Concepción Arenal la visitadora de cárceles (RTVE A la Carta)

Mujeres en la historia. Concepción Arenal, la fuerza de un ideal

Concepción Arenal (Biblioteca Virtual Cervantes)

jueves, 4 de febrero de 2016

El efecto Matilda

La falta de reconocimiento de la mujeres en el mundo de las ciencias es una constante que ha llegado hasta nuestros dias, desde Hipatia a Emmy Noether o Marie Curie la falta de consideración por sus trabajos e investigaciones, y la falta de proyección de las científicas ha dejado a muchas mujeres en la sombra.
Este fenómeno tiene un nombre: El efecto Matilda, ¿quieres saber por que?
 
Harriet Zuckerman, profesora de sociología en la Universidad de Columbia

Durante la década de los 60 Harriet  Zuckerman realizaba una investigación en el marco de su tesis doctoral. Investigaba las características de la élite científica y, para ello, realizó entrevistas a científicos estadounidenses que habían ganado el premio Nobel. Muchos de ellos le reconocieron que para llevar a cabo sus laureadas investigaciones, habían trabajado codo a codo con jóvenes investigadores que formaban parte de sus grupos de investigación. Y que el trabajo y las aportaciones de éstos habían sido determinantes. Sin embargo, la comunidad científica les había otorgado todo el mérito a ellos. Uno de los entrevistados por Harriet Zuckerman admitió que las menciones y los méritos se adjudicaban de manera un tanto peculiar, ya que sólo se les atribuían a los investigadores con renombre. Quizás, esto se debía, a que una vez leída la lista de autores que habían realizado la investigación, sólo recordamos el nombre de los autores “famosos” y olvidamos al resto.

De todo ello, la socióloga Harriet Zuckerman concluyó que la menor visibilidad de los científicos e investigadores con menor adjudicación de méritos se debía a las relaciones estructurales que se imponían en los grupos de investigación. Con posterioridad adjuntó a este fenómeno “la acumulación de ventajas”. De tal manera, que los científicos con más renombre tienen más facilidades para conseguir financiación para sus investigaciones u ocupar cargos de peso en universidades o demás instituciones. Resumiendo, y volviendo a las palabras de Mateo, “a quien tiene, más se le dará”.

Harriet defendió su tesis en 1965 y los resultados de la misma fueron fundamentales para que Merton identificara, explicara y definiera el efecto Mateo. Sin embargo, el trabajo de Harriet no fue reconocido públicamente por el sociólogo. En 1968 Merton publicó el artículo The Matthew Effect in Science, y el nombre de Harriet Zuckerman aparecía únicamente en las notas a pie de página. Merton y Zuckerman continuaron trabajando juntos y en 1993 contrajeron matrimonio.

Ambos sociólogos trabajaron en el campo de la sociología de la ciencia. Estudiaron la estructura, las relaciones y los procesos de socialización de la comunidad científica, pero no se fijaron en las desigualdades de género que se percibían en la comunidad en la época. 25 años más tarde, en 1993, la historiadora de la ciencia Margaret W. Rossiter sacó a la luz lo ocurrido en el transcurso de la definición del efecto Mateo. Con este ejemplo explicaba y definía la discriminación sistemática que ha sufrido la mujer en el ámbito de la ciencia.
 
Matilda Joslyn Gage

Margaret W. Rossiter definió el olvido consciente y sistemático que habían sufrido las aportaciones de las mujeres científicas e investigadoras haciendo honor al nombre de Harriet Zuckerman y al de la activista en pro de los derechos de las mujeres, Matilda Joslyn Gage, quien fue la primera en hacerse eco de este hecho. De esta manera, la discriminación que han sufrido las mujeres en la ciencia ha sido conocida desde 1993 gracias a Margaret W. Rossiter con el nombre de efecto Harriet/Matilda (aunque hoy en día se conozca como el efecto Matilda).

Matilda_Effect (2 imagen)
Descripción del efecto Matilda. (Fuente: Wikipedia. Imagen: Illuscientia CC by 3.0)
El efecto Matilda pone de manifiesto no sólo la discriminación sufrida por las mujeres, también refleja la negación de las aportaciones, descubrimientos y el trabajo de muchas mujeres científicas, dando la autoría de los mismos a compañeros de investigación.

Rossiter ha ido recopilando variedad de formas de discriminación: el olvido de las mujeres que firmaban artículos científicos junto a sus maridos; el aislamiento al que se veían sometidas muchas investigadoras en grupos de trabajo masculinos; la atribución de “mala fama” intencionada a mujeres para desprestigiar su trabajo; cientifícas a las que han robado sus descubrimientos; mujeres que han sido apartadas de un puesto de trabajo ante compañeros que ostentaban currículos menos brillantes, o aquellas cuyos nombres no eran registrados completos en las bases de datos científicos, sino con sus iniciales, lo que hacía muy difícil que sus nombres fueran reflejados y reconocidos en los resultados de las búsquedas.
Fuente: Mujeresconciencia.com

Para saber más o las víctimas del Efecto Matilda:

Mujeres con ciencia (Blog de la Cátedra de Cultura Científica, Universidad del País Vasco)

Las 10 mujeres científicas más importantes de la historia

Mujeres científicas que cambiaron nuestro mundo

Las grandes científicas olvidadas por la ciencia

Mujeres en la historia de la ciencia